Si eres un amante de las alturas y los paisajes, no puedes dejar de visitar Cedeira para conocer uno de los acantilados más altos del viejo continente, en el límite entre este municipio y el vecino de Cariño. Estamos hablando de los acantilados Vixía de Herbeira, un mirador abierto al atlántico desde el que el mar y la sierra de Capelada se juntan para ofrecer un lugar único.
Referencia en el continente
En pocos sitios de la Europa continental se pueden encontrar unos acantilados de la altura de los de Vixía de Herbeira. Se da la casualidad en este lugar que el punto de mayor altura de la sierra se encuentra con la costa, ofreciendo así unos acantilados que en algunos puntos alcanzan los 615 metros de altura.
Como cabe espera, las vistas son de gran espectacularidad, ofreciendo una panorámica del horizonte atlántico y una visión en días despejados de toda la costa del norte gallego desde el Cabo Ortegal hasta la ensenada de San Andrés de Teixido.
El viento, la brisa marina y el ruido de las olas impactando en las rocas bajo los acantilados generan un clima envolvente que envuelven de magia este punto de la costa coruñesa. El entorno contribuye a ello, un espacio verde de prados y vegetación que aprovecha también el ganado para recorrer y degustar. Solo el parque eólico situado en la zona para aprovechar la fuerza del viento rompe esa harmonía del escenario.
Lugar de vigilancia
Las características de esta zona, con visibilidad suficiente como para controlar un gran espacio de costa, hizo que a comienzos del siglo XIX se instalase en este lugar un puesto de vigilancia costera. Los restos de la conocida como Garita de Herbeira son la prueba de ello.
La Garita es una pequeña casa de piedra que se levantó al borde del acantilado y a la cual se llega caminando por un pequeño camino que recorre el borde. En su día esta casa de no más de 15 metros cuadradas fue levantada por los propios vecinos y hoy luce recuperada tras más de dos siglos de presencia luego de una actuación en el 2003. En el entorno ha levantado un pequeño muro de protección a modo de mirador y algunos bancos de piedra invitan a sentarse y disfrutar de las vistas del horizonte en el que mar y cielo se unen como si fueran uno.