Imagina un lugar que surge de las profundidades del agua, una aldea que desapareció bajo un embalse, dejando tras de sí solo un rastro de ruinas y recuerdos. Este es el fascinante relato de Aceredo, un pueblo ubicado en Lobios y sumergido por la construcción de un embalse en 1992, solo para emerger en tiempos de sequía, revelando su pasado y su historia.
Un proyecto hidroeléctrico que acabó con el pueblo
Aceredo, junto con otras cuatro aldeas (A Reloeira, Buscalque, O Bao y Lantemil), fue una víctima involuntaria del embalse de Lindoso, en Portugal. Este proyecto hidroeléctrico, concebido en un convenio internacional entre Franco y Salazar en 1968, sumergió estas comunidades para aprovechar el caudal del río Limia, compartido por España y Portugal. Aunque la oposición local y ecologista fue intensa, la ejecución del proyecto se concretó en los años ochenta.
Los lugareños de Aceredo enfrentaron un dilema desgarrador: abandonar sus hogares, tierras y modo de vida frente a las insuficientes indemnizaciones ofrecidas por la empresa eléctrica portuguesa EDP, que se convirtió en dueña de esas tierras. Algunos se trasladaron a localidades cercanas, otros se fueron lejos y algunos resistieron hasta el final, siendo desalojados a la fuerza. De los 120 habitantes de Aceredo que vivían en sus 70 casas, casi la mitad se resistieron a irse. Los de los pueblos situados más arriba tuvieron tiempo de desmontar la iglesia, piedra a piedra, y hasta de exhumar a sus familiares para trasladar sus tumbas.
El 8 de enero de 1992, las compuertas del embalse se cerraron, y las aguas comenzaron a inundar el valle, tragándose casas, calles, fuentes, hórreos, campos y el cementerio de Aceredo. Solo la iglesia, trasladada piedra a piedra, y los cuerpos de los difuntos escaparon del agua, reubicados en otro terreno sagrado. Aceredo fue el escenario de un documental llamado "Os días afogados", de César Souto y Luis Avilés, que narra la memoria de la desaparición de la aldea y la resistencia de sus habitantes.
El recuerdo que emerge del agua
De manera esporádica, Aceredo emerge cuando el nivel del agua desciende por la sequía o el incremento en la producción eléctrica. En el 2022, la aldea resurgió por completo, atrayendo a miles de visitantes curiosos. Lo que descubrieron fue un paisaje devastado: casas en ruinas, objetos abandonados, muros agrietados y maleza reclamando su lugar entre las piedras. Solo la fuente del pueblo continuaba fluyendo, como un símbolo de resistencia y memoria.
La aldea de Aceredo es uno de los lugares más visitados por los aficionados al geocaching, una actividad que consiste en buscar tesoros ocultos con la ayuda de un GPS. Hay varios geocachés escondidos en las ruinas del pueblo, que solo se pueden encontrar cuando el nivel del agua lo permite.
Aceredo es un claro ejemplo de cómo el progreso puede tener un alto costo humano y ecológico, enterrando la historia y la cultura bajo las aguas. Sin embargo, es también un testimonio de la lucha y dignidad de sus habitantes, quienes se negaron a perder su identidad y legado. Aceredo puede estar sumergido, pero no está olvidado.