Pegado al templo Votivo del Mar de Panxón, en Nigrán, encontramos el único resto que queda en pie del primitivo templo prerrománico que se encontraba en este municipio. El Arco de San Xoán de Panxón es la portada de un templo prerrománico y que sirvió de inspiración para que el arquitecto Antonio Palacios diseñase el actual. Está declarado como Bien de Interés Cultural desde 1964.
De lo visigótico a lo prerrománico
Existen muy pocas representaciones de arte o arquitectura germánica a lo largo de la comunidad gallega, el arco visigótico de Panxón sería uno de los mejores ejemplos. Este hoy resto arqueológico formó en el pasado parte de la antigua iglesia parroquial de San Xoán de Panxón. El citado templo hoy ya no existe, pero de su portada se pensaba que databa de entre los siglos VI y VII. La misma pasó prácticamente desapercibida hasta 1926.
El arco daba acceso a un antiguo templo de planta basilical. Tiene forma de herradura y se levanta sobre dos pequeñas columnas lisas que rematan en dos capitales corintios. Del material conservado como resto arqueológico se conserva también parte de la cabecera del viejo templo de San Xoán de Panxón y una tapa de sarcófago que también tiene relación con la tradición visigótica.
Desde un primero momento existía la creencia de estar hablando de un arco visigótico y de hecho todavía se sigue conociendo con este sobrenombre. Lo cierto es que en el año 2016 se realizó un estudio de carbono 14 sobre el arco que arrojó unos resultados sorprendentes. El doctor de la Universidad de Santiago de Compostela, José Carlos Sánchez, sacó la conclusión de que el arco de San Xoán de Panxón no es visigótico, sino prerrománico. La diferencia entre las dos etapas es de aproximadamente tres siglos. Pasamos entonces de hablar de un arco de los siglos VI o VII a hacerlo de uno del siglo X. El estudio fue realizado sobre el mortero utilizado para unir las piedras del arco.
El Arco hoy en día
Nada tiene que ver lo que representa el arco de San Xoan de Panxón hoy en día con lo que fue en otra época. Del acceso a una iglesia parroquial, esta pieza ha pasado a ser una de las más valiosas representaciones arqueológicas de Nigrán. Aunque eclipsado por el arte y la grandiosidad del Templo Votivo del Mar que tiene a sus espaldas, el arquitecto Antonio Palacios pidió conservar estos restos como una de las condiciones para el diseño de la iglesia actual.
El arco y los elementos que lo complementan se encuentra unos metros por debajo del nivel de la nueva iglesia, en una zona de hierba y protegido con una maya metálica para que permite ver a través, pero evita que alguien pueda acercarse y deteriorarlo.