El Castillo del Príncipe es una fortaleza defensiva situada en Cee que, junto al Castillo del Cardenal de Corcubión formaba parte del baluarte defensivo que en el siglo XVIII se levantó en ambos extremos de la entrada de la ría para defenderla de las invasiones de piratas y de la marina británica. Está declarado como Bien de Interés Cultural desde el año 1994.
Desde 1740
El Castelo do Príncipe o Castillo del Príncipe comenzó a levantarse en paralelo con su vecino de enfrente de la ría a mediados del siglo XVIII. Los ingenieros que se encargaron de levantarlo fueron los mismos que finalizaron las obras en Corcubión; primero Francisco Llobet y después el francés Carlos Lemaur. Para el año 1755 la fortaleza ya estaba concluida y se bautizó como castillo del príncipe en honor a Carlos IV, en aquel momento heredero al trono.
Al igual que ocurrió con su vecino y con otras muchas fortalezas defensivas de la costa gallega, el castillo empezó a dejar de ser importante a partir de mediados del siglo XIX, cuando las invasiones por mar ya no eran tan frecuentes y las costas gallegas ya no eran objetivo de piratas o tropas extranjeras. Entra entonces en estado de abandono hasta su subasta pública. Entró entonces en una serie de compraventas por parte de personalidades privadas con propietarios como Plácido Castro Rivas o Xosé Ramón Oreiro. Actualmente el Castillo pertenece a un empresario riojano que lo adquirió en 2006 por 3 millones de euros y que ya lo tienen a la venta por el doble de ese valor.
¿Cómo es el Castillo del Príncipe?
El Castillo del Príncipe cuenta con capacidad para unos doce cañones apostados en sus torres y tenía una capacidad para dar cabida hasta a unos 90 solados. Dispone de un Adarve de tamaño considerable y edificios para acoger a la guarnición, así cono almacenes y polvorín. Las murallas son gruesas y altas y cuenta también con foso y un puente que le da acceso por la zona central de la muralla.
El edificio es hoy una residencia privada lujosa que sufrió una poderosa reforma y mejora en la década de los 80 por parte de uno de sus últimos propietarios, el gallego Xosé Ramón Oreiro.