En la localidad de San Sadurniño, la historia cobra vida a través de las antiguas piedras del Convento del Rosario. Este lugar tiene sus raíces en la Edad Media, sin embargo el esplendor del Convento del Rosario como lo conocemos hoy se levanta sobre las ruinas templarias de la Iglesia Románica de Santa Olalla.
Un monasterio del siglo XVI
En 1508, Fernando de Andrade y su esposa Inés de Castro y Lanzós, reconstruyeron la iglesia, aprovechando materiales de la antigua estructura románica. Obtuvieron la bendición del papa Julio II para establecer una colegiata atendida por capellanes. Con el tiempo, el Convento pasó a manos de la orden franciscana y luego a la orden de Santo Domingo en 1570, marcando su evolución a través de los siglos.
Hoy, el edificio conventual alberga dependencias municipales y el Juzgado de Paz. Su claustro de dimensiones reducidas, con siete arcos de medio punto en cada lado y un jardín central, destaca como testigo silente de los tiempos pasados. La piedra de Moeche adorna la escalera que conduce al piso superior, añadiendo un toque de autenticidad.
Lo más interesante del conjunto es la Fuente del Convento, una construcción barroca en el corazón del recinto. La escalinata en forma de Rosario, con sus 50 escalones y cinco descansos, evoca la esencia de los Dominicos y la huerta y el hórreo de lo exteriores dan empaque a la zona.
La iglesia
La iglesia parroquial de Santa María del Rosario, datada en el siglo XVIII, ha heredado los sepulcros de ilustres figuras como Fernando de Andrade y su mujer doña Inés de Castro, Juan Freire de Andrade y Antonio Bermúdez y Lanzós, todos ellos antiguos señores de San Sadurniño. Este templo perteneció al convento hasta el año 1835.
La conexión entre el pasado y el presente se manifiesta en cada piedra y rincón de este lugar histórico, convirtiéndolo en un testimonio tangible de la rica herencia de San Sadurniño.