En el municipio lucense de Monterroso se encuentra la Iglesia de San Cristovo de Viloíde, una joya del románico rural gallego que, pese a las reformas sufridas a lo largo de los siglos, conserva su esencia histórica y artística.
Arte románico que perdura
Este templo parroquial se caracteriza por su sencillez estructural y su cuidada ornamentación, que nos transporta a los siglos XII y XIII, como la gran parte de las iglesias locales en Monterroso.
El edificio sigue la típica orientación litúrgica, con una planta que combina nave y ábside rectangulares, destacando este último por ser más estrecho y de menor altura. Este diseño crea un interesante juego de volúmenes, complementado por una cubierta a dos aguas realizada con las tradicionales tejas curvas de la región. En su fachada sur se encuentra una sacristía añadida en épocas posteriores, mientras que el granito utilizado en su construcción se dispone en hiladas regulares en los muros originales.
Un detalle llamativo es el conjunto de canecillos que decoran los aleros. Aunque algunos han desaparecido debido a reformas, los que se conservan presentan motivos geométricos y figurativos, como cabezas humanas y formas vegetales, que reflejan la maestría de los talleres que operaban en la zona durante la época románica. Otro elemento destacado es su arco triunfal, con una ornamentación de dientes de sierra y columnas acodilladas, rasgo heredado de influencias del maestro Esteban en la catedral de Santiago y del taller de Martín de Novelúa.
El interior del templo, sencillo y de pequeñas dimensiones, mantiene una atmósfera austera con una cubierta de madera a dos aguas. También se conservan dos pilas bautismales de granito, testigos del rito cristiano en el lugar desde hace siglos.