La muralla de Lugo, que data de finales del siglo III, fue declarada Monumento Nacional en 1921 forma parte del conjunto histórico de Lugo, declarado Bien de Interés Cultural desde 1971. La muralla de la antigua Lucus Augusti es la mejor conservada de las murallas romanas ubicadas en la península Ibérica. Las modificaciones que ha sufrido a lo largo de sus más de 17 siglos de existencia no han llegado a modificar, sustancialmente, su aspecto original que sigue las directrices del ingeniero romano Vitruvio.
Una de las características más destacadas de la Muralla romana de Lugo es que se encuentra completa en todo su perímetro y que su paseo de ronda o adarve es íntegramente de uso público. Un paseo por la muralla lucense, que en algunos puntos puede llegar a tener hasta 7 metros de ancho, es un recorrido por la historia, un paseo recorrido por millones de personas desde hace cientos de años y que permite disfrutar de unas preciosas vistas de la ciudad, dentro y fuera del territorio fortificado.
La Muralla romana de Lugo ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000 y está hermanada desde el día 6 de octubre de 2007 con la Gran Muralla China de Qinhuangdao.
Símbolo de la ciudad
La Muralla de Lugo constituye una muestra de la evolución histórica de la ciudad lucense, aportando un testimonio único sobre la civilización romana. La Muralla tuvo y tiene gran importancia en la organización del espacio y la vida de la ciudad y es un elemento integrante de la vida cotidiana.
El recinto amurallado de Lucus Augusti es el mejor conservado de la península entre los de su época. El conjunto de la fortificación abarca 34,4 hectáreas y tiene una longitud de 2.266 metros, siendo su anchura media deunos 4,20 m llegando a 7 m en algunos lugares. La altura oscila entre los 8 y los 12 metros. La muralla fue construida con pizarra y granito siendo su núcleo de un mortero fabricado con tierra y piedra suelta cementado con agua.
A lo largo de la muralla se pueden ver las 46 torres antiguas completas que todavía se conservan además de 39 cortadas o incompletas. Los restos de la torre llamada A Mosqueira hacen suponer que cada una de las torres, o cubos, tenía en origen una estructura superior que contaba, al menos, con dos pisos. Estos pisos tenían grandes ventanales donde se estima que se ubicarían armas defensivas como ballestas, onagros o escorpiones.
Defensa de una ciudad
Pero una muralla es, ante todo, una estructura defensiva y como tal tiene que contar con su correspondiente foso e intervallum.
En el caso de foso, tan solo se pueden ver unas pocas señales del mismo. Se sabe de él que estaba situado a 5 metros de las torres y tenía una profundidad de al menos 4 metros, siendo de 20 metros su ancho. Mediante estudios arqueológicos realizados a finales de la década de los 80 se pudo documentar más en profundidad las características de este foso, del que se sabe que no presentaba una estructura continua, sino que más bien se trataba de varios fosos independientes.
En cuanto al intervallum, es decir, el espacio entre la muralla y las edificaciones urbanas, recorría todo el perímetro de la fortificación como si un paseo se tratase. Hoy en día poco se ha respetado de este espacio pues ya hay varios edificios pegados a la muralla y ocupando ese espacio que de forma primitiva ocupaba el intervallum.
Las puertas: un peaje primitivo
La planta es cuadrangular con ángulos suavizados y se accede al recinto amurallado a través de diez puertas, cinco antiguas y las otras modernas, permitiéndose por cuatro de ellas el tráfico rodado.
La muralla no sólo era un elemento defensivo. También servía para delimitar el fuero y con él los impuestos de la ciudad. En ellas se cobraba el impuesto de portazgo y se realizaba el control de las personas que entraban y salían del recinto.
Las puertas de madera que permitían cerrar el acceso permanecieron, con más o menos intensidad, hasta el siglo XIX. A partir de 1877 desaparecieron definitivamente. El control del tránsito se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX permaneciendo como testigo del mismo los fielatos en varias de las puertas.
Cada una de las diez puertas ha sido debidamente bautizada: Puerta de San Fernando (1858), Porta Falsa (original del imperio romano), Porta da Estación (1875), Puerta de San Pedro (de entrada de la ruta del Camino de Santiago y remodelada da en 1881), Puerta del Obispo Izquierdo (1888), Puerta del Obispo Aguirre (1894), Porta de Santiago (original y reformada en 1759), Porta Miñá (original y la que se mantiene más fiel a su diseño primigenio), Puerta del Obispo Odoario (1928) y Porta Nova (1900).