Una residencia geriátrica es un negocio. Quien toma la iniciativa empresarial de construir, dotar y explotar una residencia geriátrica privada lo hace con un fin económico de consecución de beneficios. Sin embargo, el sector geriátrico, por su naturaleza, requiere un recurso no productivo, no valorable, no inventariable, un recurso sin el cual la calidad es un simple concepto, las instalaciones, puro mobiliario, y el proceso personal, puro adorno. Ese recurso es el cariño, la familiaridad, el respeto a quienes son usuarios de sus servicios, sus clientes y sus beneficiarios, los ancianos.
La diferencia entre una residencia geriátrica y otra no la marcan las instalaciones, siendo importantes, ni la formación de su personal, siendo imprescindible, ni siquiera su coste económico, siendo éste muchas veces determinante a la hora de elegir, sino la capacidad de ternura, de cuidado, de cariño, de humanidad que se pueda transmitir a usuarios directos (los ancianos) e indirectos (sus familias). Y en contexto quiero felicitar, como usuario indirecto, a un establecimiento geriátrico del que soy usuario indirecto, que además de tener unas instalaciones envidiables, por su localización, su entorno, su amplitud y su calidad, y de contar con un personal profesional y entregado, cuenta con ese valor fundamental, el cariño, la entrega, el cuidado tierno y familiar, que hace que los residentes y sus familias se sientan a gusto. Ese establecimiento es la Residencia de la Tercera Edad Fonte do Santo de Coirós.