PuentesDesde la primera mitad del siglo XIII el río Miño, al sur de la provincia de Pontevedra, se puede cruzar por un precioso puente construido en piedra y que hoy en día comunica lo que son los municipios de Baiona y de Nigrán, dos enclaves turísticos de importante relevancia en las Rías Baixas. Este puente es conocido como el puente de A Ramallosa, aunque también hay quien lo conoce como el Puente Romano pese a que se trata de un puente medieval.
El Puente de A Ramallosa destaca por su construcción en arcos de medio punto con dos estilos diferenciados entre ojivales y apuntados de forma suave. En total son diez los arcos que se pueden contra desde un extremo a otro del puente a lo largo de los 36 metros de distancia que se pueden recorrer únicamente a pie, pues no tiene permitido el paso de tráfico rodado. Los pilares del puente están fortificados con un sistema doble de tajamar para así soportar mejor la acción tanto de las mareas de la ría de Vigo como la propia fuerza del río Miñor.
El puente de A Ramallosa ha pasado por dos obras de restauración a finales del siglo XVI y en 1926. Ya en el nuevo milenio la estructura fue sometida a un importante proceso de limpieza por el gobierno autonómico y se colocó un bolardo con una concha de vieira en su extremo norte.
Un Cruceiro en el medio
En el centro del puente llama poderosamente la atención un cruceiro hecho en piedra que adorna la estructura. En la cruz se puede ver la imagen del patrón de los navegantes, San Telmo. Se dice que el motivo de esta cruz es el homenaje del pueblo a Pedro González Telmo, responsable de la construcción del puente toda vez que uno ya existente con anterioridad había sido destruido por Almanzor cerca del año 1.000 d.C.
San Telmo mandó reedificar el puente y se dice incluso que la propia estructura fue parte de uno de los milagros del Santo, al conseguir salvarla de una tormenta muy agresiva que pudo arruinar la estructura del puente. La leyenda cuenta que el Santo consiguió que la tormenta se dividiese en dos mitades para descargar lejos del puente y salvar con ello no solo la construcción, sino a la muchedumbre que se acumulaba en sus proximidades.
A los pies del propio cruceiro se puede ver un pequeño altar o peto de ánimas. Esta pieza simbólica de la mitología gallega representa a las almas en pena y sobre él se realizaban ritos religiosos como bautismos o también otros de carácter menos espiritual como ritos de fecundidad.
El antiguo rito de fecundidad se celebraba a partir de las doce de la noche. La mujer en estado debía colocarse sobre el altar a la espera de que un hombre pasase a partir de esta hora nocturna y aceptase verterle un poco de agua sobre su vientre embarazado y también ser padrino del recién nacido.
