En la aldea de Ricovanca, municipio de Beariz, se encuentra un rincón con mucho encanto e historia: el molino de Ricovanca y su puente romano homónimo. La integración del puente romano y el molino hidráulico con el entorno hacen de este lugar un destino único que merece ser visitado para comprender mejor el ingenio y la tradición de la Galicia rural.
El puente
El puente de Ricovanca, de origen romano, es una estructura de piedra construida con losas sólidas que atraviesan el río y dan acceso al molino. A pesar de sus modestas dimensiones —con unos 14 metros de largo y apenas 1,8 metros de ancho—, el puente ha logrado perdurar a lo largo de los siglos gracias a varias restauraciones.
Su diseño incluye tres pilastras robustas de poco más de un metro de ancho, lo que le confiere una apariencia sencilla pero resistente, especialmente en el lado oeste. Este puente no solo facilita el paso sobre el río, sino que fue clave para el funcionamiento del molino hidráulico.
El molino
Situado a la orilla del río Verdugo, este molino hidráulico es un testimonio de las antiguas técnicas de aprovechamiento del agua para la molienda, y forma un conjunto perfecto con el puente de piedra que lo acompaña, ambos enmarcados por el hermoso paisaje gallego.
El molino de Ricovanca, aún conservado, aprovecha una pequeña presa que desvía el agua hacia su canal de entrada, permitiendo que la corriente accione la piedra volandera del molino. Aunque ha pasado por algunas reparaciones, como la renovación del techo con nuevas losas, mantiene en su estructura la esencia de los molinos gallegos de antaño. Su ubicación junto al río y al puente crea una atmósfera que parece transportarnos a otro tiempo, donde la vida giraba en torno a la naturaleza y a los recursos que ésta proporcionaba.